lunes, 17 de septiembre de 2012

YO SOY... NORMAL



“Mi marido me pega lo normal”: puede parecer un chiste, pero en realidad se trata de un estremecedor libro de Miguel Lorente sobre los malos tratos que sufren todavía hoy, por desgracia, tantas mujeres. Hoy no voy a hablar sobre los malos tratos, pero lo cierto es que cada vez que me da por reflexionar sobre lo que es o no “normal”, me viene a la mente este título. Si lo piensas bien, te darás cuenta de que vives tu vida considerando que todo lo que haces, lo que te ocurre, lo que piensas o lo que sientes es “lo normal”; hasta que, de repente, algún día te enfrentas a algo o alguien que se encuentra en las antípodas de esa normalidad. Si resulta que, por algún motivo, ese algo o alguien te ofende o te irrita, puede que no tardes ni un segundo en colgarle la etiqueta de “anormal”; puede incluso que te dediques a acumular supuestas “pruebas” de que el que tiene razón eres tú, y que la postura “normal” es la tuya.

Lo hacemos constantemente, en todo momento y lugar; ¿quién no se ha dicho alguna vez a sí mismo “esto no es normal”? Y nos quedamos tan tranquilos, básicamente porque nos sabemos poseedores de LA VERDAD, así, en mayúsculas. Ni por un momento se nos ocurre pensar que, para el otro, ésa es su normalidad. Ni se nos pasa por la cabeza que puedan existir diversas “normalidades”, o, como se denomina en términos de PNL (Programación Neuro-Lingüística), diversos mapas o maneras de entender el mundo. Estamos seguros de que “lo normal” es único, y, casualmente, “lo normal” es lo que cuadra con nuestro mapa.

¿A dónde nos puede llevar esta simplificación extrema de la realidad? Nos aboca, desde mi punto de vista, al menosprecio, a la violencia, a la discriminación, a la recriminación, en resumen, a la falta de respeto hacia otras realidades distintas a la nuestra. Esto, a nivel particular, suele provocar tensiones en las relaciones con los demás, discusiones, ataques y rupturas. Y, a nivel más global, puede provocar, en el peor de los casos, guerras.

La solución, simple de enunciar y no tan simple de aplicar, pasa por ampliar nuestro mapa; por “dar permiso” a  los demás para existir tal y como son, por considerarlos legítimos aunque no compartamos sus puntos de vista.  Decía Miguel de Unamuno que el fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando; en cualquier caso, la clave para la cura radica en dejar de comportarnos como jueces supremos. Porque, en realidad, ¿quién te ha dicho a ti que tu mapa es el correcto? ¿Dónde está escrito? Lo cierto es que no está escrito en ninguna parte, esa supuesta ley sólo está viva en tu cabeza. Y te convierte en una persona inflexible, probablemente en una compañía poco deseada, y, sin duda alguna, en un alma que sufre con cada piedra del camino.

¿Es eso lo que quieres para tu vida? Aunque algunas corrientes de pensamiento consideran que a esta vida hemos venido a sufrir, yo opino que la vida es demasiado bella y breve como para malgastarla de esa manera. Y me atrevo a proponerte que simplifiques tu vida: si quieres que te respeten, respeta; si quieres que te comprendan, comprende; si quieres que te abracen, abraza. Es así de simple; porque, en el fondo, las cosas son simples si no nos empeñamos en complicarlas. Como decía Jonathan Swift, ojalá vivas todos los días de tu vida.