Quedan muy pocos días para acabar este año, y me gustaría preguntarte una cosa: ¿has decidido ya qué 2013 quieres tener? Quizás te sorprenda la pregunta porque estás acostumbrado a pensar que las cosas son como son, independientemente de lo que tú quieras. Pues bien, te invito a tomar otro punto de vista: como decía Anaïs Nin, las cosas no son como son, sino que son como somos.
Puede ser que lo que acabo de plantear te parezca una
tontería, o incluso una frivolidad en
los tiempos que corren. Si es ésa tu opinión, me gustaría que pensaras por
un momento en tus abuelos y en tus padres; es más que probable que les
tocara vivir la guerra civil, y también la terrible postguerra. Tiempos
extremadamente duros de muerte, hambre, penuria y miedo. ¿Te puedes llegar
a imaginar cómo se siente alguien en tal situación? Y, sin embargo, se
levantaban cada día, seguían con su
existencia, e incluso decidían dar vida a unos hijos y se permitían soñar con un futuro mejor, gracias a lo cual tú estás aquí hoy. Como escribió
Sartre, seguro que hubo tiempos más bellos, pero ése era el suyo, y no estaban
dispuestos a perderlo. Ésa es la actitud de los que, a pesar de lo que ocurra,
están más que dispuestos a seguir adelante,
y a disfrutar de lo bueno que surja. Lo que te quiero decir es que tú vienes de una casta de valientes, y
que no debes permitir que nada ni nadie te arrebate la libertad de elegir tu actitud ante las cosas que va trayendo la
vida.
Los habrá que, aun tras esta reflexión, sigan eligiendo
pensar que ser pesimista es, en
realidad, ser realista, y que ser un “happy flower” (como a veces se denomina
a los optimistas) es poco menos que ser un inconsciente sin criterio. Desde un
punto estrictamente estadístico, la probabilidad de que las cosas salgan “bien”
es exactamente la misma de que las cosas salgan “mal”, por lo que podríamos
considerar que tan errado va un
optimista inconsciente como un pesimista recalcitrante, es decir, que ambos
extremos son poco realistas. Además, representaría un arduo trabajo ponernos
todos de acuerdo sobre qué significa
exactamente que ”las cosas salgan bien”: un día de lluvia en pleno Agosto
puede ser un gran inconveniente para alguien que veranea en la playa, y sin
embargo puede ser una bendición para alguien que espera una buena cosecha en
otoño.
Porque, seamos serios, ¿qué beneficio se obtiene de ser pesimista? Por lo que deduzco, una
persona escoge el pesimismo básicamente porque debe evitar a toda costa ser un “inocente” que cree que las cosas pueden ir
bien, cuando toda persona “realista” sabe que las cosas tienen una extraña
tendencia a ir mal, como ya señalaba el incansable Murphy, y también nuestro
tradicional refranero: piensa mal y acertarás. Es decir, que ser pesimista
sirve para no sentirse decepcionado,
en caso de que vengan mal dadas, y para
poder decir aquella frase que tanto nos gusta: “ya te lo decía yo”. Es un lícito
mecanismo de defensa ante la falta de confianza en los propios recursos.
Pero, hasta que lleguen esas terribles tragedias que nos han de asolar, ¿qué
ocurre? Pues que nos amargamos la vida, y que tomamos todas nuestras decisiones
basándonos en la previsión de escasez y en el miedo, limitándonos
constantemente. Por lo que no es de extrañar que Eduard Biosca, en su libro
“Optimismo global”, se permita la libertad de cambiar el refrán de una manera,
diría yo, muy acertada: piensa mal y te
amargarás. Y ahí tenemos la profecía
autocumplida: para evitar la ansiedad y el estrés que me provocaría todo lo
terrible que podría llegar, utilizo un mecanismo de defensa que me genera,
justamente, ansiedad y estrés. Si tuviéramos más sentido del humor, podríamos
encontrarlo hasta gracioso.
Visto que las cosas son como somos, y que tu actitud
es la que marca el signo de tu vida, ¿qué
tal si para el 2013 eliges una actitud diferente, una actitud de confianza ante
ti mismo y tus propios recursos? Somos conscientes de que, seguramente,
hubo tiempos más bellos, pero éste es el nuestro, y hemos aprendido de nuestros
ancestros que no podemos desperdiciarlo. Ocurra
lo que ocurra, tú vas a saber hacer lo que tengas que hacer para superarlo.
Y, cuando lleguen momentos de flaqueza, que los habrá, recuerda las sabias
palabras de Amin Maalouf: más vale
equivocarse en la esperanza que acertar en la desesperación.