sábado, 28 de enero de 2012

UN VIENTO SALVAJE


Algunas personas tienen miedo a volar: la sola idea de subirse a un avión les provoca un sudor frío  y una angustia difíciles de comprender para el que  se embarca, en cambio, sereno ante la perspectiva de un viaje. Como dice la canción, mata más gente el tabaco que los aviones, pero probablemente los que sufren esta fobia no lo suelen tener en cuenta.

¿Cuál es el miedo de fondo? Puede que sea el eterno miedo a morir, el miedo  a descubrir esa otra dimensión, temida justamente por desconocida. Al reflexionar sobre ello, siempre me ronda la misma pregunta: ¿y qué pasa si yo muero? Pues, honestamente, no gran cosa. Muchos otros han vivido y han muerto antes que yo, y el universo ha seguido su curso. Por lo tanto, si resulta que la tierra seguirá girando cuando yo ya no gire con ella, ¿a qué temo realmente?

Quizás es el miedo a sufrir antes de llegar al final, pero sospecho que lo que nos aterra es morir demasiado pronto, cuando aún nos queden muchas cosas por hacer. Y, si se trata de eso, ¿a qué estamos esperando para hacer lo que nuestro ser nos reclama? ¿Qué conjunción específica de planetas debe tener lugar para que yo me lance, al fin, a vivir la vida que realmente anhelo? Si dejamos de lado todo aquello que, creemos, el mundo espera de nosotros, la respuesta es muy simple: el momento de vivir es ahora, en realidad no existe ningún otro momento. El pasado ya no tiene arreglo, y el futuro está hoy en construcción. Visto así, parece que tenemos dos opciones claras: podemos seguir ignorándonos, guardando nuestras esperanzas y nuestras ilusiones para otro día, con el evidente peligro de que ese día no llegue y el repaso de nuestra vida nos deje un amargo sabor, o bien podemos tomar esas esperanzas e ilusiones y enarbolarlas con fuerza, dejando que nos guíen por el camino correcto para nosotros.

El miedo a vivir sólo se supera viviendo, y el más valiente no es el que no tiene miedo, sino el que, aun teniéndolo, sigue adelante. Es un riesgo, sí, y seguramente va a suponer adentrarnos en las arenas movedizas de lo desconocido, pero ahora mismo hay otra pregunta que asalta mi corazón como un salvaje viento que no cesa: ¿y qué pasa si yo vivo? Lo voy a descubrir.